Transformar el dolor en acción: Ana Ardila en Bucaramanga 

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En las calles de Bucaramanga, donde las historias de lucha a menudo pasan desapercibidas, Ana Ardila se alza como un faro de esperanza. Su vida ha estado marcada por su dedicación a las personas que viven con VIH. Durante más de dos décadas, ha enfrentado no solo los desafíos de la epidemia, sino también los prejuicios y las barreras sociales que esta conlleva: “Lo que me motivó fue la necesidad de hacer algo significativo”, comparte Ana con una serenidad que solo otorgan los años de experiencia. Una historia que nos impulsa a la acción.

Los inicios de una vocación 

Ana comenzó su travesía en el activismo cuando la información sobre el VIH era escasa y los mitos abundaban. En sus primeros años, hacia finales de los 90’s su labor se centraba en acompañar a personas que, además de lidiar con el diagnóstico, enfrentaban el rechazo social y familiar. “Había personas que llegaban deshechas, no solo por el virus, sino porque sus propios seres queridos les habían dado la espalda”, recuerda. 

Fue esa realidad la que le dio a Ana la fuerza para persistir. Entendió que su papel no solo era informar, sino también sostener emocionalmente a quienes sentían que lo habían perdido todo. “Mi trabajo se convirtió en un acto de amor y resistencia”, afirma. 

Resiliencia ante la adversidad 

El camino no siempre ha sido fácil. Ana ha tenido que enfrentar momentos en los que el agotamiento y la frustración amenazaron con derrumbarla. “Ha habido días en los que me sentía muy cansada, pero entonces recordaba a las personas que necesitaban de mí. Eso siempre me dio la fuerza para continuar”. 

A lo largo de los años, el impacto de su trabajo en Bucaramanga ha sido innegable. Como coordinadora regional de AHF Colombia, ha liderado iniciativas que han brindado pruebas rápidas de VIH, condones y educación sexual a miles de personas. “Nuestro objetivo no es solo prevenir, sino también educar y acompañar. Queremos que las personas sepan que no están solas”, enfatiza. 

Su capacidad para conectar ha hecho que muchos la vean no solo como una lideresa, sino como un apoyo emocional. “Cuando alguien me dice que, gracias a nuestro trabajo, se siente visto y valorado, siento que todo vale la pena”, comparte con una sonrisa. 

Lecciones de vida 

Cuando se le pregunta por las lecciones que ha aprendido en estos años, Ana no duda en responder: “He aprendido que la resiliencia no es aguantar en silencio; es transformar el dolor en acción“. Para ella, cada historia que ha conocido ha dejado una huella y un aprendizaje. 

Ana también destaca la importancia del trabajo en equipo y el poder de la comunidad. “No podría haber hecho esto sola. El apoyo de mis colegas y de las personas que creen en esta causa ha sido fundamental”, pues el trabajo comunitario es clave para asegurar que la lucha contra el VIH continúe avanzando. Además, Ana enfatiza que involucrar a las nuevas generaciones es esencial para mantener vivo este esfuerzo. “Necesitamos que los jóvenes se interesen y sean parte del cambio. Su energía, creatividad y voz fresca pueden transformar realidades y derribar prejuicios“, afirma. Para Ana, sembrar conciencia en la juventud no solo garantiza la continuidad del activismo, sino que también crea un legado de empatía y solidaridad. 

Mirando hacia el futuro 

A pesar de los logros, Ana sabe que la lucha aún no termina. “Todavía hay mucho por hacer. Quiero seguir trabajando para que las futuras generaciones encuentren un mundo más justo y sin estigmas”, afirma. Sin duda su historia es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay lugar para la compasión y el cambio. 

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