Las consecuencias de la pandemia de COVID-19 golpearon con más fuerza a los grupos de población racializada y étnica, como las personas afrodescendientes y las de identidad indígena. La crisis sanitaria se vio reflejada desde la pérdida de vidas en estas comunidades hasta el acceso limitado a las vacunas para prevenir la enfermedad.
Así lo explica el documento Estudio de caso sobre la accesibilidad de las vacunas para la COVID-19: poblaciones en situación de vulnerabilidad, que fue realizado en Colombia en cinco municipios especialmente seleccionados porque sus características podían ser representativas de las barreras que afectaron a las poblaciones vulnerables en el manejo de la pandemia.
La organización Médicos del Mundo Francia en Colombia; el Centro de Pensamiento, Medicamentos, Información y Poder de la Universidad Nacional de Colombia; la organización Oxfam Colombia, y la iniciativa Vacunas para la Gente analizaron cuáles fueron las fallas o carencias que impidieron que la vacunación llegara a la mayor cantidad de población vulnerable.
Un fragmento de la realidad
Las vacunas contra COVID-19 son, hasta este momento, la herramienta más eficaz para frenar las muertes por el virus SARS-CoV-2, recuerdan las instancias participantes en el estudio.
A pesar de ello, los países en desarrollo han enfrentado una dura realidad al no poder acceder a las vacunas con la misma facilidad que lo hacen los países de ingresos altos. El caso de Colombia no es la excepción.
Aun cuando las naciones de ingresos medios o bajos logran hacerse con algunos biológicos, la distribución entre su población es muy desigual, y los grupos que más se ven afectados por esta inequidad son aquellos que se encontraban ya en una situación de vulnerabilidad.
Para entender mejor la forma en que la insuficiente vacunación afectó a estas comunidades, el equipo de autores eligió cinco municipios para realizar sus investigaciones: Leticia (Amazonas), Buenaventura (Valle del Cauca), Turbo (Antioquia), Vigía del Fuerte (Antioquia) e Ipiales (Nariño).
De viva voz
Se consideraron cuatro criterios para seleccionar estos municipios, ya que se buscaba que hubieran sido particularmente perjudicados por la pandemia y que tuvieran:
- Población afrodescendiente e indígena de más del 60%.
- Más del 60% de vulnerabilidad en su población.
- Altas cifras de defunciones por COVID-19.
- Menos del 50% de esquemas de vacunación completos.
La técnica usada para la investigación fue la realización de grupos focales, es decir, grupos pequeños de personas que hablaron con el equipo de investigadores sobre sus experiencias durante la pandemia, desde la llegada de la enfermedad a sus comunidades hasta la razón para vacunarse o no, pasando por las creencias acerca de la COVID-19.
Así, los investigadores obtuvieron decenas de testimonios de hombres y mujeres, jóvenes o mayores, que les permitieron detectar las fallas en la estrategia gubernamental de vacunación.
Uno de los principales obstáculos fue la sensación de imposición que tuvieron las comunidades afro e indígenas frente a las campañas de inoculación. La forma en la que las autoridades de salud se acercaron a ellas, obligando a vacunarse (para conservar un empleo o para poder comprar víveres en ciertos establecimientos, por ejemplo) o incluso amenazándolos, les hizo sentir no escuchadas.
Estas poblaciones tienen sus propias cosmovisiones, sistema de creencias y tradiciones, y sienten que podían haber aportado más a buscar un tratamiento para enfrentar la infección, pero perciben que, por el contrario, fueron hechas a un lado y sometidas a los lineamientos de la medicina occidental.
Por otro lado, se evidenció un conflicto entre religión y ciencia. Fuera cual fuera la creencia religiosa, las comunidades percibieron a la pandemia como parte de la voluntad divina, y a la vacunación como un fragmento menor de un mal mayor, mismo que no podía contradecirse pues era un momento para demostrar su fe religiosa.
Un tercer factor para el bajo nivel de vacunación fue la desconfianza en las instituciones de salud, pues la gente de los territorios consultados tuvo experiencias negativas, ya sea casos de mala atención de la COVID-19 o de contagio al acudir a algún centro de salud. Esto se combinó con las noticias catastróficas que se veían en los medios de comunicación, por lo que las personas preferían quedarse en sus casas y morir que morir en los hospitales.
Y un último problema, pero no menos importante, fue el de la infodemia, es decir, la enorme cantidad de información poco precisa o francamente falsa sobre la enfermedad y, por ende, sobre la vacuna. La desinformación, dicen los investigadores, pudo haber influido en el comportamiento de la población y su negativa a vacunarse, y es necesario reconocer el papel de las redes sociales y de los servicios de mensajería instantánea en la diseminación de la desinformación en estas poblaciones.
Hay que mejorar el diálogo
A lo largo del estudio, se hace evidente la importancia de considerar que las poblaciones vulnerables tienen su propia visión del mundo, por lo que es necesario escucharlas y así generar un diálogo más respetuoso y equitativo.
Algunas de las personas participantes narran su molestia por ser tratados como inferiores o “como niños” al decirles que sus conocimientos no servían frente a la amenaza de la COVID-19, por lo que los autores enfatizan que es importante no perder de vista al interlocutor cuando se trata de estrategias de salud.
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